Thursday, January 14, 2016

Una historia (sin título)

- Mierda, se ha vuelto a romper - me dije cuando vi mi guitarra al otro día. Por el cuerpo de la pobre se veían descender lentamente sendos lagrimones de tristeza - no volveré a traer amigos borrachos para que la manoseen indecentemente.

Sin embargo ese no era el mayor problema que tenía esa mañana, pues la nevera y la estufa se habían vuelto a pelear, y gracias a eso no quedaba ni un huevo de avestruz intacto en la nevera, aunque hubiera dado igual, ya que la estufa se había marchado a la casa de su madre, pero ya tendría tiempo de llamarla después y convencerla de que volviera.

Así que saqué un poco del pan que no se había mojado con las lágrimas de la nevera, y me ice un sándwich con algunas cosas. Pero cuando pensé que ya me podría sentar tranquilo a comer, llamaron a la puerta.

Me levanté bastante molesto, enojo que aumentaba al comprobar la horrible condición en que había quedado mi apartamento, y cuando llegue a la puerta estaba a punto de abrirla sólo para tirársela en la cara al que fuera.

Pero me contuve apenas la abrí, ahí estaba un pobre hombre, pequeñajo, andrajoso y con una cara demacrada, que inmediatamente me hizo olvidar mi enojo.

-Disculpe, me apena mucho pedírselo, pero sería posible tirarme por una ventana, es que verá, la cabina de suicidios de abajo está estropeada, y tengo prisa - dijo el pequeño hombre con voz nerviosa y entrecortada - Si esta ocupada, err, ocupado, no se moleste, puede esperar, disculpe la molestia.

Y cuando ya se iba a marchar, después de pedir muchas veces disculpas y decir lo avergonzado que estaba, le pude hacer entender que no había problema.

Lo hice pasar y lo guié hacía la cocina (el único con lugar con ventana verdadera en el pequeño apartamento), mientras llegábamos al final del pasillo note como el hombre se encogía más, por su vergüenza al serle imposible no observar el desorden en que estaba mi apartamento.

El hombre de veras necesitaba suicidarse, sin embargo no quería tener problemas con los de las hamburguesas, así que hice la pregunta de rigor:
- No pudiste conseguir un hueso de gato negro.

- ¿Perdón? - respondió el pobre tipo con cara de confusión.

- Tu sabes, un mojo - le dije, sin embargo en su cara siguió la misma expresión de confusión - vale, no importa, sigue.

Esa pregunta se hacía por dos razones, una era porque estaba terminadamente prohibido que un bluesman se suicidara, y la otra era para no darle mala publicidad a estos amuletos y la magia voodoo, que aunque rara vez fallaba, últimamente, desde el traslado de su producción a China, no era tan efectiva (aunque principalmente se trataba de problemas de acabados).

Cuando ambos entramos a la cocina pensé en darle mi sándwich como última cena, pero finalmente razoné que si se lo ofrecía el tipo moriría inmediatamente de vergüenza, y no quería tener el problema de llevarlo al vertedero de cuerpos, así que finalmente sólo le indiqué la ventana, por la que intentó pasar sin éxito, así que lo ayude a subir.

Y mientras su pequeño cuerpo caía al la calle, noté que la cabina de suicidios abajo estaba destrozada, seguro que por nuestra culpa, sentí como me volvía la rabia al momento, los vecinos habíamos pasado por mucho para llegar a que finalmente la pusieran y ahora...

Me aparté de la ventana y volví a mi sándwich, y mientras lo comía sin mucho interés por lo que contenía, me fije en el reloj de pared, en el que justo estaba pasando la hora (aunque quien sabe por cuanto, ya que ese servicio subía cada vez más el precio, mientras lo desmejoraban, pero así eran las empresas de servicios públicos)...

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